03
Dic

Misa indígena de la Novena de Caacupé – 29 de Noviembre 2020

Querido Monseñor Ricardo, hermanos sacerdotes y diáconos,

enterovéva chermanokuéra peiméva presentes vía medios de comunicación,

Pero más que todo: ustedes, queridos hermanos y hermanas indígenas: miles de ustedes ahora delante de sus televisores o radios, especialmente la gran Radio Pa’i Puku en el Chaco – ¡cómo quisiéramos tenerlos presentes aquí hoy! Cuántos de ustedes ahora, con lágrimas, lejos de Caacupé… Pero, aunque el Covid-19 ha impedido la peregrinación de ustedes este año – la creciente presencia y conciencia que ustedes se han ganado en los 33 años de esta tradición, la misa indígena durante la novena, no puede impedir que hoy, ustedes, los indígenas, estén presentes en nuestros corazones. Y mucho más: Tupasÿ María, la Virgen de Caacupé, penembohógama ikorasôpýpe; así como ustedes ya la tienen en sus comunidades, en sus casas, en sus corazones.

No, el Coronavirus tampoco no puede lograr que pierdan sus valores tradicionales: la vida comunitaria, la solidaridad, el compartir los duelos, las celebraciones y fiestas, las celebraciones dominicales. Y yo lo he visto en mi comunidad, Fischat, sobre todo, cuando tuvimos que llorar varios muertos en los meses pasados.

Es cierto, los tapabocas nos tapan la mitad de nuestras caras; pero eso hace que con más atención nos miremos los ojos; que veamos bien al otro, como Papa Francisco nos invita en su nueva carta, Fratelli Tutti; que veamos las injusticias; que veamos la corrupción (FT 176s). Ya antes del corona virus, él la caracterizó como un virus social (19 de enero 2018 en Perú) – esta corrupción que ni siquiera para delante de esta misma realidad de la pandemia y no se avergüenza de aprovecharse de ella.

  • Aprovecharse de la necesidad, de la enfermedad, de la pobreza, de la miseria – es lo más vil que podemos imaginarnos. A modo de ejemplo: cuántos obreros, peones de estancias, changueros – que terminan su trabajo, pero sus patrones que no les pagan; o sólo les dan una propina.

            Es una lástima que la mayoría de los políticos jamás se van a enterar siquiera de esta encíclica Fratelli Tutti; que podría llegar a ser un excelente “manual para políticos” (FT cap. V).

Lo que parece hacer “vivir bien” a algunos aprovechadores – es tan lejos del “Buen Vivir”, del “Buen Con-Vivir”, que nos enseñan los pueblos indígenas. Sobre todo, desde los indígenas andinos nos llega este modelo del “Buen Vivir”, del “Buen Con-Vivir”; y sigue inspirándonos desde hace varios años ya; justo porque nos confirma: lo que necesitamos, no es un crecimiento ilimitado, sino lo suficiente para poder compartir como hermanos y hermanas.

Otra de las cosas que el Covid-19 nos muestra es que delante de él somos iguales: todos pueden enfermarse. Y nos enseña también de estar atentos a lo pequeño, minúsculo, invisible.

            Queridas hermanas, queridos hermanos, el tema que nos convoca hoy es:

            La Eucaristía y el Espíritu Santo. El Espíritu Santo congrega en la unidad a cuantos participan de la Eucaristía.

            Tenemos la gracia de celebrar con este primer domingo del nuevo Año Litúrgica también el inicio del “Año de la Eucaristía”, que la Conferencia Episcopal nos regala a la Iglesia Paraguaya.

En otro escrito hermoso suyo, que lleva el nombre “Querida Amazonía”, el Papa nos dice:

            En la Eucaristía, Dios … quiso llegar a nuestra intimidad a través de un pedazo de materia… Por esa razón puede ser motivación para nuestras preocupaciones por el ambiente, y nos orienta a ser custodios de todo lo creado… Esto nos permite recoger en la liturgia muchos elementos propios de la experiencia de los indígenas en su íntimo contacto con la naturaleza y estimular expresiones autóctonas en cantos, danzas, ritos, gestos y símbolos. (QA 82)

            ¡Qué lenguaje tan original!, ¿verdad? Casi parece irrespetuoso: “un pedazo de materia”… Pero eso nos ayuda a reconocer la creatividad del Espíritu Santo que transforma “un pedazo de materia” en el Cuerpo de Cristo.

Que este Espíritu también nos ayude

–           a ser creativos para aprender a convivir con el COVID 19; porque sabemos que tenemos que aprender a convivir con él – a lo mejor declarándolo “hermano Corona”, al mejor estilo de San Francisco.

            –           A vivir nuestro compromiso cristiano de nuevos modos; ya sabemos que no hay una vuelta atrás, hacia “la normalidad”.

–           A lo largo no podemos seguir en ayunas de la Eucaristía. Quizás es uno de los desafíos más grandes: como nuestro cuerpo necesita comida, así necesitamos de la Eucaristía para vivir nuestro ser cristiano. No podemos a lo largo contentarnos y satisfacer al pueblo de Dios, sólo con la Palabra, que – sí – también nos alimenta. Por eso, agradecidos acabamos de concluir el “Año de la Palabra”.

(Que este Espíritu nos ayude)

–           A transformarnos también en el Cuerpo de Cristo:

–           Su comunidad – que está unida en la diversidad: Como dice el Papa: Integrar a los diferentes es mucho más difícil y lento, aunque es la garantía de una paz real y sólida. (FT 217)

Este Espíritu

  • que desde los comienzos transforma tinieblas en luz, muerte en vida.
  • … que sabe transformar humildes dones de la naturaleza, como son el trigo y el agua, en lo más sagrado.

•          Los pueblos indígenas conocían vestigios de este Espíritu en la naturaleza ya desde tiempos remotos; como revelaron eminentes teólogos en el reciente Simposio de Teología Indígena, organizado por el CELAM, el Consejo de los obispos de América Latina.

•          De ahí viene el cuidado y nuestra responsabilidad por la naturaleza. Es lo que nuestro querido Papa Francisco tanto nos recomienda, nos exhorta: el cuidado de “nuestra casa común”, como lo destaca en su Encíclica “Laudato
Sí” (11 veces insiste en eso). Los pueblos indígenas siempre han sido buenos guardianes de esta “casa común”, sabiendo que es su “supermercado”, su “farmacia”.

            Una de las grandes amenazas a ello presenta en este tiempo el así llamado “frente sojero”; algunos, incluso, hablan ya de la “república de la soja”.

            Es un pecado que una planta tan nutritiva y valiosa como es – era – la soja, que el cultivo de ella se ha transformado en peligro para tierra y agua, para aire y animales – y para el mismo ser humano. Si tanta energía, tanto dinero, tanto personal, que ahora se gastan en la defensa de los sojales, si eso se hubiera invertido en la defensa de nuestros bosques – hoy estaríamos en un país mejor, más habitable, más sano.

Y es peor, cuando a la fuerza son aplazadas poblaciones humildes para favorecer la plantación de soja; como ocurre con algunas comunidades indígenas – tachándolas como frenos al – supuesto – “desarrollo”.

No podemos dejar de mencionar en este contexto comunidades afectadas o amenazadas por desalojos, muchas veces violentos, injustos. Es horroroso ver, como supuestos profesionales de la justicia se prestan

  • A chicanerías, imputando a líderes indígenas:
  • por supuesta invasión de tierras;
  • o incluso por ser terroristas;
  • a actos brutales de desalojo, incluso a veces sin la mínima protección de tapabocas, distanciamiento social etc. Que tanto se nos pide y que procuramos cuidar en nuestras celebraciones.

Sólo a modo de ejemplo:

  • La comunidad de Jaku’i Guasu en Itapúa que ya lo sufrió;
  • La comunidad de Cerrito en el Alto Paraná, donde hay intentos;
  • La comunidad Y’apo, que está amenazada.
  • A la comunidad Loma en el lejano Chaco, gracias a Dios se está haciendo justicia después de años de invasión por terratenientes.

En su última carta pastoral, nuestros obispos nos hablan muy claramente de esta cruda realidad.

Nos dice Papa Francisco: Por ejemplo, los pueblos originarios no están en contra del progreso, si bien tienen una idea de progreso diferente, muchas veces más humanista que la de la cultura moderna de los desarrollados. No es una cultura orientada al beneficio de los que tienen poder, de los que necesitan crear una especie de paraíso eterno en la tierra. La intolerancia y el desprecio ante las culturas populares indígenas es una verdadera forma de violencia. (FT 220)

Sí, los valores tradicionales, de los cuales hablamos en un principio, están en peligro. El impacto del mundo actual es innegable. Pero también vale la pena indicar ejemplos muy alentadores:

–           La Academia lingüística nivaĉle ya se está volviendo modelo para otras etnias.

–           En Facebook, ya existen páginas en lenguas indígenas.

–           WhatsApp y otros mensajes se envía perfectamente en lenguas indígenas.

–           Muchas comunidades nunca han dejado, otros volvieron a realizar sus bailes tradicionales, que son formas de oración antigua; como hace poco en el Chaco: por la tan necesitada lluvia, cuando la sequía era más espantosa que nunca.

Celebramos esta Eucaristía, para que se haga justicia en nuestro país. Eucaristía viene de la palabra griega eucharis: buena alegría, buena gracia. Por cierto, como en el idioma nivaĉle: gracia – gracias – alegría están en consonancia, en sintonía.

Y es cierto: en cada celebración de Eucaristía recibimos la gracia de nuestro Señor Jesucristo; y nos llenamos de alegría. De manera muy especial y concreta hoy y acá – aunque lastimosamente a puertas cerradas. Pero recordemos lo que nos dijo la segunda lectura: somos llamados a la comunión; y: somos “ricos de mil maneras”. (1 Cor 1,5)

Es eso, y es esta alegría que recibieron los apóstoles desanimados – y también a puertas cerradas – cuando Jesús les sopló su Espíritu. Es lo que recordamos, más: vivimos de nuevo en cada Eucaristía: ¡La paz esté con ustedes! Es cierto, que el Corona virus nos impide el abrazo o el dar la mano. Pero la paz nos llega, y se la deseamos a la hermana y al hermano. Que con ella nos llegue también la alegría, el ánimo – sobre todo en estos tiempos, tan diferentes. Y también para personas tan diversas que somos; pero quienes tenemos todo un mismo padre, como ya nos señala la primera lectura del profeta Isaías. (Is 64,7)

Sin embargo, lo que tenemos en común es: que todos estamos convocados a poner nuestro grano de arena, a colaborar para alcanzar esta paz, este mundo fraternal y sororal, donde rige el Buen Con-Vivir – escuchemos una vez más la voz del Papa:

Igualmente indispensable el esfuerzo dirigido a organizar y estructurar la sociedad de modo que el prójimo no tenga que padecer la miseria. (FT 186)

Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura, y por lo tanto verdaderamente integrados en la sociedad.(FT 187)

Nos encontramos acá en el hogar de la Virgen de Caacupé; ella, que tiene esta mirada, abierta para todos: jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a tu protección e implorado tu socorro haya sido desamparado de ti.

En esta confianza, que estemos “vigilantes y despiertos”, como nos pide el Evangelio (Mc 13,33). Que el Espíritu Santo nos ayude, a serlo de manera optimista y creativa, a ejemplo de muchos de nuestros hermanos indígenas. Y que la Virgen, Tupasÿ Caacupé, nos acompañe.